05 febrero 2013

Volver...

Hace bastante tiempo que no escribo por aquí, a lo largo de estos dos años me han sucedido muchas cosas, pero sin quererlo ni beberlo me he visto en la misma situación de antaño. ¿Será que no aprendo o que me gusta tropezar con la misma piedra? Bueno sea como sea, aquí estoy gritando, la mayoría de las veces en silencio, y es algo que sé que no me sienta bien. Tengo que empezar a cambiar. Así que he vuelto, otra vez, a ver si dejando aqui mis sentimientos puedo llegar al fin a alguna parte.
Un amigo me escribió un día una cosa que a veces olvido...no está mal volver a recordarla.

La soledad. Hasta parece que suena bien. Al menos lo parece ahora. No es tan terrible. Sólo hay que mentalizarse; creernos que nuestro amor propio es suficiente para desechar otras dependencias. A fin de cuentas, la soledad no es más que afrontar el camino sin otro compromiso que el de hacernos felices. A nosotros mismos. Cada uno consigo, solos.

No me merece la pena aferrarme a una ilusión que no dependa exclusivamente de mí. No quiero abonarme eternamente a lo normal; prefiero andar con rumbo errado. Estoy solo, no hago mal a nadie. Además, cuando quiera rutina sacaré un pase de temporada; es igualmente satisfactorio y el precio a pagar es mucho menos sacrificado. Podré abandonar por unos momentos la insensatez, y cuando desee volveré a ser no normal. Me alejaré de nuevo de la frialdad de este mundo insípido.

Podría viajar sola por encima de los miles de rostros que, asustados, no querrán mirar hacia arriba, para no ver en mis ojos la felicidad que me otorga el privilegio de no pensar. De no pensar más en ti. En nadie. Sola en mi soledad. Podré volar sin pedir permisos, llorar sin tener que esconder mis lágrimas de la crueldad de sus miradas, reír sin buscar a nadie atento a la brutalidad de mi sonrisa. Seré mi propia ilusión por las noches y me abrazaré feliz todas las mañanas. Sin nadie a mi lado; no los necesito.

El miedo a lo desconocido nos impide buscar nuestras más sanas aspiraciones, nuestras metas más sinceras. Pero yo ese paso ya lo superé. Me atreví a saltar, a embarcarme en el carril de la locura permanente. Al principio no se quiere, se intenta disimular; incluso corregir ese camino “equivocado”. Después todo pasa, la tormenta amaina y nazco de nuevo.

Otra vez estoy delante de la prueba de obstáculos que comencé cuando me enseñaron a pensar. Pero esta vez las barreras parecen más débiles, no necesito ayuda para superarlas. Otra vez salgo a la calle y enloquezco de ganas de arrojarme a la indiferencia. Pero esta vez salto sola. Yo sola.

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